Los artistas cubanos Aymee Nuviola y Gonzalito Rubalcaba publicaron el disco “Viento y tiempo. Live at Blue Note Tokyo” , grabado durante un concierto en Tokio, calificado como una apuesta novedosa y arriesgada por la crítica, porque se trata de dos figuras provenientes de universos musicales diferentes.
Son, el danzón, el danzonete, el bolero, la conga, la rumba, la guaracha, o la timba son los géneros que afloran en el álbum, pese a haber sonado en el Extremo Oriente, aunque también en una isla, que juntó a Rubalcaba y Nuviola, amigos desde fiñes, y que han acoplado teclas y timbres llenos de cubanía.
Rumba callejera (Aymeé Nuviola) el track que abre concierto y disco, parece una invitación a entrar en el entorno urbano donde se da la rumba real y verdadera. De alguna manera, avisa del tono que tienen las noches en el Blue Note Tokyo. Aymeé grandiosa en el dúo con su hermana Lourdes y en las improvisaciones. Gonzalito refuerza al máximo el rol del piano en ese toque percutido tan protagonista y tan suyo, en que emula con las tumbadoras, sin abandonar los momentos melódicos.
El acervo musical Rubalcaba en estado puro, inagotable, que se percibe en los tumbaos que, además de su impecable técnica, revalidan su leyenda en el latin jazz hecho en Cuba, y en la calidad de las ideas que su asombrosa digitación alcanza a expresar en los solos, como los del clásico Lágrimas negras (Miguel Matamoros) o el danzonete Rompiendo la rutina (Aniceto Díaz), dos de los mejores en el disco. El Manisero (Moisés Simons) es pregón de La S’cala de Milán, de ópera en Viena.
Nuviola canta en clave sonera contemporánea, sin dejar a un lado su versatilidad, como en el bolero El ciego, de Manzanero, que acomete en tiempo de feeling, sin que Gonzalito dude en sumarse a la melódica descarga. Como suena también en sus versiones de El guararey de Pastora (Roberto Baute) que deviene tributo a Juan Formell y Los Van Van.
Viento y tiempo (Kelvis Ochoa), muestra a Aymeé Nuviola en clave timbera, pero descendiendo del son y el changüí, esos dos caminos sonoros que Cuba parió para ser eternos.
La grabación, en vivo, extiende la duración de algunos temas, más allá del tiempo que normalmente toman en estudio, favoreciendo la espontaneidad de las improvisaciones y fraseo, que solo el contacto con un público receptivo y la interacción entre músicos en estado de gracia, pudo propiciar durante tres noches de agosto de 2019.
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