El espectáculo de un mes ha terminado y el sabor del brillo es como cenizas en la boca.
Como un reloj, la tierra se mueve alrededor del sol, y el 1 de junio cada escaparate de Estados Unidos que ha vendido su alma al ídolo del orgullo levanta la bandera caleidoscopio de la identidad. Ahí se queda, anunciando la virtud de quien lo puso, hasta que termina junio y podemos respirar un poco.
Aristóteles habla de que el orgullo es algo que posee una persona virtuosa. La llama la corona de las virtudes porque es imposible sin la bondad de carácter. El orgullo magnifica nuestras virtudes y no puede existir sin ellas. “Por lo tanto, el hombre verdaderamente orgulloso debe ser bueno”. No estaba asociado con los jactanciosos o los de alma pequeña. El que era virtuoso derivaba un sentimiento de orgullo del autoconocimiento de su valor. El orgullo, según Aristóteles, está asociado con un alto estándar. Había que alcanzar el alto listón de habituarse a todas las virtudes para poseer su corona.
En estos días, el orgullo es cuando las empresas de Instagram colocan arcoíris detrás de sus logotipos. El orgullo es despertarse por la mañana y darse cuenta de que hoy tiene emociones diferentes a las de ayer, por lo que su identidad debe cambiar. Orgullo es el nombre que lanzan en internet porque necesitan un título consistente para un movimiento sin consistencia.
El orgullo de Aristóteles se basaba en la virtud y el dominio de todas ellas. Ahora se trata de la mera posesión de una, “virtud”, y eso es tolerancia. La gente ha salido todo el mes a la calle, delante de sus hijos y de sus madres, y ha montado un espectáculo para demostrar en quién está orgulloso de haberse convertido. Pero en lo que se han convertido no solo está lejos de todo lo que Aristóteles describió como orgulloso; es casi irreconocible como humano. Los acólitos del Orgullo moderno han reducido su personalidad al mal uso o mutilación de sus propios genitales y exigieron la felicitación por haber renunciado al resto. La virtud nos pide que afirmemos la naturaleza humana con nuestros actos de voluntad, mientras que el movimiento Pride nos pide que afirmemos nuestra voluntad desestabilizando nuestra naturaleza. Lo que hemos presenciado durante el último mes, y desde hace años, es la humanidad en su punto de hundimiento. Si esto es lo que nos enorgullece, si esta es la corona de lo que nos hace humanos, entonces somos una sociedad bestial.
Aristóteles explicó lo que nos separaba de las bestias de la tierra. El coraje, la templanza, la magnanimidad y la paciencia fueron solo algunas de las virtudes que citó como rasgos humanos ejemplares. Todo esto respaldaba su idea de orgullo. Vivimos en una sociedad hoy en día donde nuestras virtudes están vacías. Las personas en las redes sociales repiten las mismas frases y palabras vacías para aliarse con el lado que los cancelará si no lo hacen. La virtud se ha convertido en nada más que un escudo contra la mafia, algo en lo que vuelas cada junio, para no quedarte sin negocio. La virtud ya no se trata de ser bueno en el más alto grado; se trata de dejar volar tu bandera freak.
“Incluso por su nombre, el orgullo parece estar relacionado con grandes cosas”. En un mundo que se enorgullece de su caída, sé uno solo para estar orgulloso de las grandes cosas.
Apareció primero en Leer en American Mind
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