La escritora y exiliada cubana, opositora al régimen de Castro, reúne en La intensa vida artículos y pensamientos en los que evoca su infancia en Cuba, los años ochenta en París y su largo destierro francés: «No volveré a ‘la Ínsula de Cagonia’ hasta que haya paz, libertad y democracia».
Samuel Beckett, William Faulkner, Marcel Proust, François Rebelais, Gustave Flaubert, Victor Hugo, Charles Baudelaire. El teatro de Lorca, los poemas de José Martí, la novela de García Márquez. La obra de «un» Virgilio Piñera, de Lino Novás Calvo, de Carlos Montenegro, de Guillermo Cabrera Infante (con cuya viuda mantiene una estrecha amistad). La intensa vida de Zoé Valdés (La Habana, 1959) es una vida contenida en mil vidas: las de todos los autores que no sólo han iluminado su intelecto, sino que la han salvado en más de una ocasión. Leer a la cubana, y escucharla, es asistir a una clase magistral de literatura universal; universal y, a la vez, tan concreta como para haber sido descubierta en la librería de George Whitman, Shakespeare and Company, cuando ella apenas acumulaba un puñado de experiencias a sus espaldas, entre las que se contaban haber vivido (y sobrevivido) en el férreo régimen comunista impuesto por Fidel Castro en su isla natal.
«Me mudé al bosque de Varenne-Jarcy y debo caminar de mi casa entre dos bosques para llegar al tren», me explica cuando tratamos de concertar una cita para esta entrevista. Hace ya casi 30 años que, invitada a unas jornadas sobre José Martí en París, decidió pedir asilo político en Francia, y jamás regresó a Cuba. Vivió en Barcelona, donde adquirió la nacionalidad española, y en París, donde su prolongado exilio ha encontrado acomodo (o al menos tolerancia) entre su verdadera patria: la de los libros. «Lo peor de ser un exiliado es que ningún lugar del mundo consigue ser el adecuado. Lo mejor es que el lugar adecuado está en ti mismo». Sin embargo, su decisión marcaría su vida y sería el comienzo de una larga serie de reconocimientos y galardones a una trayectoria literaria fecunda e intachable.
Recuerda Zoé Valdés en esta joya literaria que mezcla anécdotas divertidas con la amargura de una vida troceada en partes, en este diario fragmentado reunido por Berenice, cómo posó desnuda un día para Balthus, cómo trabó amistad con Dora Maar (una de las mujeres de la vida de Picasso, a quien le dedicó una novela) y relata sus noches desenfrenadas con su hermano en Nueva York. Amante confesa del arte, dice que si la escritura es su vida, la pintura ha significado en más de una ocasión su salvación, y que por Cuba («Cagarruta») no siente «ninguna nostalgia ni piedad»: los Castro y el país esclavo y amordazado, la durísima y seca carta que le escribe a Leonardo Padura, el asco del recuerdo de las cartillas de racionamiento… La escritora, clara siempre, jamás ha ocultado su pensamiento y su defensa incondicional de la libertad…
Por María Serrano/El Debate.
Apareció primero en Zoe Post
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