Los tentáculos del régimen comunista cubano se alargan en todas las direcciones de la economía y la sociedad. No hay espacio en Cuba que no se encuentre penetrado y controlado por el modelo ideado por la llamada revolución.
Las mipymes, por ejemplo, deben ser autorizadas por una decisión política del ministerio de economía antes de avanzar en la constitución legal y administrativa. Ahora, durante la clausura de la segunda asamblea general de la Unión de Informáticos de Cuba, Mayra Arevich, la ministra de Comunicaciones hizo lo mismo con el colectivo de los profesionales de la informática agrupado en la Unión de Informáticos de Cuba, una entidad de 7.000 miembros, de las más jóvenes de la Isla.
Desde el ministerio se invadieron las competencias que deberían ser propias de la asociación, como aumentar la membresía o continuar las alianzas para acompañar la gestión de los gobiernos territoriales. Ese “acompañamiento” del ministerio tiene como objetivo el control de la organización de los informáticos, y entra en ámbitos tan específicos como la capacitación de los miembros y de los ciudadanos, a fin de lograr “mayores impactos en la transformación digital”.
Incluso, la ministra se atrevió a señalar qué tipo de proyectos debe seguir la organización, y citó, por ejemplo, la Agenda digital cubana o el estímulo a la formación de los agentes de desarrollo local. Una especie de “campaña de alfabetización” reeditada que viene a confirmar que los nietos de Fidel Castro siguen desplegando las mismas iniciativas alocadas del abuelo. Luego, se quejan del bloqueo para justificar la improductividad general del sistema, pero este es un buen ejemplo: zapatero a tus zapatos.
Y todo este aparato intervencionista del ministerio sobre la organización de los informáticos tiene sentido para el régimen, en la medida que contribuye a impulsar el proyecto de gobierno digital. Se afirma que, con ello, es posible dar mayores oportunidades al ciudadano en el desarrollo de una sociedad digital. Y aquí viene lo asombroso, porque esas oportunidades deben estar basadas en la “construcción del socialismo y la lucha contra las desigualdades”, como la brecha digital.
El régimen castrista mezcla de este modo conceptos poco relacionados entre sí: digitalización, conocimiento y socialismo. Tres patas para una mesa que necesariamente va a cojear, desde el primer momento.
Se me ocurre que luchar contra la brecha digital, desde el socialismo cubano, es igualar a la baja; es decir, en vez de desarrollar las competencias más avanzadas e innovadoras que existen en el ámbito de las nuevas tecnologías, se pretende “alfabetizar” en competencias básicas, como se hizo en 1960, es decir, enseñar las cuatro reglas y luego, con la propaganda de la prensa estatal, decir a todo el mundo que en Cuba ya no hay brechas digitales. Y lo malo de todo esto es que luego se lo creen.
En realidad, la Unión de Informáticos tiene poco que hacer para quitarse de encima las garras del régimen. Y como la amplia mayoría de organizaciones que sobreviven a duras penas en el régimen castrista, pienso por ejemplo en la ANAP, seguirá jugando el mismo juego de “aporte y compromiso para seguir apoyando al gobierno revolucionario en el proceso de transformación digital de la sociedad dentro del socialismo”, como se reconoció por Febles Estrada, presidente de la UIC ante Díaz Canel, en la clausura de la asamblea de la organización en el Palacio de Convenciones.
Eso es lo que quiere el régimen. Organizaciones alineadas con sus objetivos para cumplir unas metas políticas que, más tarde, se acaban olvidando o se incumplen abiertamente. Todo lo demás, que es realmente lo necesario, como el crecimiento profesional y cultural de los miembros de la organización, pasa a un segundo plano. Obedecer, desde la unidad, es fundamental para que no se produzcan conflictos. No es extraño que en la asamblea de los informáticos se hablase de votar unidos el 26 de marzo. Me temo que a partir de ahora se va a hablar de esto incluso en la sopa.
En el mismo acto, Díaz Canel destacó la importancia de apoyar el concepto de desarrollo de una sociedad digital y del conocimiento. Lo cual debe valorarse de forma positiva, si se tiene en cuenta que hace dos o tres años se confundían los conceptos de informatización y digitalización, confirmando un notable retraso de la cúpula dirigente del régimen en las cuestiones de las nuevas tecnologías. Parece que se han puesto al día, pero la distancia que mantiene Cuba con respecto a los retos tecnológicos de la cuarta revolución industrial sigue siendo notable.
¿Y cuál sería la alternativa para una UIC realmente beneficiosa para la sociedad cubana?
Vayamos a ello con unas breves pinceladas. Desde luego, los profesionales de la informática y las nuevas tecnologías son una fuente de creación de proyectos emprendedores que pueden acabar generando oportunidades de negocio, no solo en el presente, sino en el futuro.
El ámbito profesional de los servicios de digitalización está avanzando en todos los sectores en todos los países, y podría suponer oportunidades para la apertura a la inversión extranjera. La creación de startups de este tipo de servicios en la Isla podría servir para acumular masa crítica suficiente para generar más proyectos empresariales, no solo en el ámbito de los videojuegos, sino de la ciberseguridad, la digitalización de espacios físicos, o la telemedicina y el cuidado de personas mayores, por citar otros casos.
Se trataría de apostar por una proyección internacional del sector que permitiera al capital extranjero acceder a oportunidades concretas dentro de la Isla sin injerencias estatales, al mismo tiempo que se facilita a los profesionales cubanos intercambios con el exterior para avanzar en la creación de proyectos conjuntos de negocio.
En materia de formación y cualificación, se tiene que apostar igualmente por las tecnologías más avanzadas de la cuarta revolución industrial, intensificando los intercambios con centros de formación punteros a nivel mundial. En definitiva, el desarrollo del sector debería ir aparejado a una consolidación progresiva de los servicios digitales en la economía, por supuesto luchando activamente contra la brecha digital, elevando el nivel de la población y de la sociedad cubana, facilitado por las iniciativas para la transformación estructural de la economía.
¿Ha visto alguien que en alguna de estas iniciativas se necesite un ministerio o un gobierno detrás para algo? En absoluto. Este sector, el de las nuevas tecnologías, arrancó en muchos países en los garajes de las viviendas de los suburbios y con poco capital. El talento es clave y en Cuba existe. Por desgracia, el régimen comunista no está por esa labor. Sus objetivos no van más allá de meras alianzas con organizaciones de la sociedad civil cubana, o con instituciones como el Instituto Mundial de Calidad de Software y con Linux (sistema operativo gratuito), además de ayudar al desarrollo territorial y poco más. Una agenda para los profesionales de las nuevas tecnologías en Cuba controlada por el estado y al servicio del socialismo.
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