La humillante derrota de la selección cubana de béisbol en la Serie de Las Américas no es solo un revés deportivo; es el símbolo más reciente del fracaso sistemático del modelo deportivo comunista en Cuba. Los Leñadores de Las Tunas, representantes de la otrora potencia beisbolera, sufrieron una vergonzosa derrota de 12-1 ante Colombia, sumándose a la debacle anterior de 15-2 contra Curazao.
Estas derrotas históricas por nocaut consecutivo -algo sin precedentes en 150 años de béisbol cubano- son el resultado directo de décadas de control estatal sobre el deporte, donde la ideología ha primado sobre el talento y la meritocracia. El régimen, que durante años presumió de su sistema deportivo como «ejemplo del éxito socialista», hoy no puede ocultar su decadencia.
La realidad es devastadora: un equipo que alguna vez fue temido internacionalmente ahora es vapuleado por selecciones que históricamente no figuraban en el mapa beisbolero. El triple de Justin Pérez con las bases llenas y el cuadrangular de Dilson Herrera no solo sumaron carreras al marcador; cavaron más profundo la tumba de un sistema que ha ahuyentado el talento y cercenado las libertades de los atletas.
El comentario del experto Yasel Porto sobre esta situación sin precedentes refleja la gravedad del momento: «En 150 años de béisbol cubano y desde 1926 que nacieron los eventos internacionales de béisbol, jamás un equipo Cuba había sufrido dos KO de forma consecutiva.» Esta declaración no es solo una estadística; es el epitafio de una era.
Los aficionados, como Pucho Oroza, expresan algo más que decepción – manifiestan vergüenza. Y tienen razón: estas derrotas no son casuales, son el resultado directo de un sistema que prioriza el control ideológico sobre el desarrollo deportivo, que castiga a quienes buscan oportunidades en el extranjero y que ha convertido el otrora «deporte nacional» en otro víctima más de la planificación centralizada.
El béisbol cubano actual es el reflejo perfecto del fracaso del sistema comunista: infraestructura deteriorada, fuga masiva de talentos, aislamiento internacional y una burocracia parasitaria que se aferra al poder mientras el deporte se desmorona. La única solución viable pasa por una liberalización total del deporte cubano, permitiendo que los atletas puedan desarrollar sus carreras libremente, sin las cadenas ideológicas que hoy los atan.
Las derrotas en Managua no son solo un fracaso deportivo; son la prueba irrefutable de que el modelo deportivo comunista, como todo lo que toca el régimen, está condenado al fracaso. El béisbol cubano no se recuperará hasta que Cuba sea libre.
Be the first to comment