El estado de las carreteras en Cuba es un reflejo del abandono estatal y la falta de inversión en infraestructura. Baches gigantescos, puentes en riesgo de colapso, señales inexistentes y autopistas que parecen zonas de guerra conforman el panorama de una red vial que se desmorona a pedazos.
El propio ministro de Transporte, Eduardo Rodríguez Dávila, ha reconocido públicamente el deterioro acumulado, aunque sin asumir la responsabilidad directa del gobierno en la crisis. Según el funcionario, la falta de recursos materiales, el déficit de combustible y la obsolescencia de los equipos han provocado un colapso en el mantenimiento de las vías.
Pero más allá del discurso oficial, la realidad es desastrosa. La falta de inversión ha hecho que incluso carreteras principales sean intransitables, lo que ha generado un aumento alarmante de los accidentes de tránsito. En 2024, aunque las cifras de siniestros disminuyeron levemente, los accidentes masivos y fatales han seguido en aumento.
Uno de los principales problemas es que el estado de las carreteras afecta tanto a conductores como a peatones. Los choferes se ven obligados a maniobrar entre cráteres en el asfalto, mientras que los peatones arriesgan la vida al cruzar calles sin señalización y con aceras en ruinas. Cada viaje en Cuba se convierte en un acto de supervivencia.
Las principales causas de los accidentes en el país incluyen la falta de atención al volante, el irrespeto al derecho de vía y los desperfectos técnicos de los vehículos. Sin embargo, el estado de las carreteras es un factor clave que nadie en el gobierno parece dispuesto a solucionar.
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