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La economía cubana se encuentra en un estado de agonía sin precedentes. La caída en picada de las remesas, la dolarización parcial de la economía y la ofensiva del régimen contra las MIPYMES y los trabajadores por cuenta propia (TCP) son señales inequívocas de un sistema que se desmorona. El reciente dossier de Cuba Siglo 21, titulado “La causa oculta de la ofensiva de GAESA contra MIPYMES y TCP”, expone con claridad los factores que han llevado al régimen a intensificar su control sobre la economía, sacrificando el poco espacio que aún tenían los emprendedores privados en la isla.
Las remesas han sido, durante décadas, la principal fuente de divisas para el régimen cubano. Sin embargo, en 2024 sufrieron una caída del 43% en comparación con el año anterior y del 70% respecto a 2019. A pesar del éxodo masivo de cubanos en los últimos años, el dinero enviado a la isla ha disminuido drásticamente, lo que revela una realidad innegable: el exilio ya no quiere seguir financiando la dictadura.
El dinero que antes servía para sostener a GAESA –el emporio militar que controla gran parte de la economía cubana– ahora se redirige a la reunificación familiar fuera de Cuba. La prioridad de los cubanos en el exterior es sacar a sus seres queridos de la isla, en lugar de seguir alimentando una estructura corrupta que solo empobrece a la población.
La consecuencia de esta tendencia es devastadora para el régimen: su control sobre las remesas se ha debilitado al extremo de que el 92.68% de esos fondos ingresan al país por canales informales. En términos concretos, de los miles de millones que antes fluían directamente a las arcas del Estado, GAESA solo logró captar 81.6 millones de dólares en 2024.
Ante la caída de ingresos por remesas y la pérdida de control sobre el mercado dolarizado, el régimen ha lanzado una ofensiva brutal contra el sector privado. El objetivo es claro: recuperar el dominio absoluto de la economía, eliminando cualquier competencia que pueda debilitar el monopolio de GAESA.
Las medidas impuestas a las MIPYMES y los TCP incluyen: el tope de precios, que asfixia a los emprendedores al impedirles ajustar sus márgenes de ganancia ante la inflación, el aumento de impuestos, para encarecer aún más su operatividad, las restricciones a la importación, eliminando su acceso a insumos clave y dejando a GAESA como único proveedor, y la creación del Instituto Nacional de Actores Económicos No Estatales (INAENE), una entidad diseñada para controlar, regular y, en última instancia, estatizar al sector privado, eliminando cualquier independencia económica.
Para Emilio Morales, autor del informe de Cuba Siglo 21, esta ofensiva es una reacción desesperada: “El régimen ha perdido el control del flujo de remesas y del mercado minorista dolarizado. Su respuesta es una ofensiva contra el sector privado para restaurar la hegemonía de GAESA”.
Como parte de su estrategia para sostener artificialmente a GAESA, el régimen ha impulsado una dolarización parcial de la economía. Sin embargo, esta medida no está diseñada para resolver la crisis, sino para garantizar que el conglomerado militar pueda seguir captando divisas mediante tiendas en MLC y transacciones en dólares.
Pero el pueblo cubano no confía en el sistema bancario estatal. La mayoría de los cubanos prefieren mover su dinero a través de vías informales, fuera del control del régimen. La dolarización forzada no está funcionando porque la gente simplemente no quiere entregar sus dólares al gobierno.
¿Estallido social en el horizonte?
La combinación de una economía en ruinas, la escasez crónica de alimentos y medicinas, los apagones interminables y la represión constante está creando un cóctel explosivo. El régimen está jugando con fuego. La población ya no solo sufre las consecuencias de una economía fallida, sino que ahora también enfrenta un ataque directo a los pocos espacios de autonomía económica que le quedaban.
El informe de Cuba Siglo 21 advierte que, si el régimen no cambia de rumbo, la situación podría derivar en una nueva ola de protestas masivas, similares o incluso más intensas que las del 11 de julio de 2021.
La única salida real a esta crisis es liberar completamente las fuerzas productivas del país. Para ello, se necesitan reformas profundas que permitan la inversión privada, incluyendo la del exilio cubano, y el desmantelamiento del monopolio de GAESA.
El problema de Cuba no es el embargo, ni la falta de recursos, ni la pandemia. El verdadero problema es un sistema que asfixia cualquier intento de desarrollo y cuyo único interés es perpetuar el control absoluto del poder a costa del sufrimiento del pueblo.
Los cubanos ya han dejado claro que no quieren seguir financiando su propia miseria. La pregunta es: ¿cuánto tiempo más podrá sostenerse el régimen sin el oxígeno de las remesas y sin el control absoluto de la economía?
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