Muere Abraham Maciques: ni empresario, ni héroe

Abraham Maciques, uno de los empresarios más influyentes del castrismo y exdirector del Grupo Empresarial Palco, falleció en La Habana, dejando tras de sí un legado opaco de privilegios, conexiones políticas y negocios al servicio de la élite gobernante.

El dictador Miguel Díaz-Canel confirmó su muerte con una exaltación que revela el peso que Maciques tuvo dentro del sistema: “Colaborador de Fidel y Celia… eficaz empresario”, escribió en X. Lejos de un simple “empresario”, Maciques fue una de las piezas centrales del modelo económico paralelo que el régimen cubano tejió para sostener sus estructuras de poder mientras condenaba al pueblo al racionamiento y al control absoluto.

Nacido en Matanzas y de origen judío, Maciques conoció a Fidel Castro en 1959, un encuentro que marcó el inicio de su carrera como operador económico de la Revolución. Fue enviado a la Ciénaga de Zapata, donde la invasión de Bahía de Cochinos lo sorprendió en funciones, lo que cimentó su vínculo con la cúpula revolucionaria.

Desde entonces, se convirtió en uno de los nombres clave en los engranajes del castrismo. Presidió Cubalse, construyó el Palacio de Convenciones, y encabezó la empresa Cubanacán S.A., epicentro del turismo controlado por el Estado. Su cercanía con Fidel y Celia Sánchez lo protegió de caídas definitivas, incluso cuando su nombre fue vinculado a escándalos internacionales.

En 1995, su figura se vio salpicada por su relación con el estafador estadounidense Robert Vesco y el fallido proyecto de la vacuna Troxidal contra el VIH. Fue apartado, pero no juzgado. La lealtad al régimen valía más que la transparencia: poco tiempo después, volvió a ocupar cargos estratégicos.

Al frente de Palco, Maciques diseñó una red de negocios estatales dirigida a satisfacer las necesidades del poder. Restaurantes, hoteles, inmobiliarias y agencias de servicios formaron parte de un emporio que operaba en divisas y al margen de la economía real que asfixiaba a los ciudadanos. Palco se convirtió en símbolo de una Cuba dual: una para la casta y otra para los de abajo.

En 2021, su figura fue desplazada discretamente. El primer ministro Manuel Marrero lo destituyó en medio de una reorganización interna que transfirió buena parte de sus operaciones al conglomerado militar GAESA. Fue el último movimiento visible de un hombre que, durante décadas, encarnó el privilegio económico de la elite revolucionaria.

Su retiro, al igual que su vida pública, se dio sin rendición de cuentas. Murió sin esclarecer su papel en el modelo de corrupción estructural que ayudó a consolidar, ni en los desvíos de recursos, ni en los favores políticos que definieron su trayectoria.

Con la muerte de Abraham Maciques se cierra un capítulo del poder económico del castrismo que operó desde la sombra, blindado por su lealtad personal a Fidel Castro. Representó la simbiosis entre negocios, política y secretismo que define al régimen cubano: una estructura diseñada no para el desarrollo del país, sino para sostener a una cúpula impenetrable.

Ni empresario, ni héroe. Maciques fue un engranaje eficiente del aparato de control, un gestor de privilegios y un ejemplo de cómo el castrismo premió la obediencia incondicional con poder y silencio. Su legado no es el de un creador de riqueza, sino el de un arquitecto de la pobreza.

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