
La reciente desclasificación de documentos relacionados con el asesinato del expresidente John F. Kennedy en 1963 ha sacado a la luz nuevas evidencias sobre el papel activo del régimen de Fidel Castro en actividades subversivas y conspiraciones políticas, incluyendo posibles vínculos con el magnicidio.
La Administración Nacional de Archivos y Registros de Estados Unidos publicó en su sitio web más de 2.200 archivos con información clasificada, entre los cuales emergen detalles inquietantes sobre la implicación de Cuba en operaciones clandestinas en América Latina y su financiamiento de grupos insurgentes.
Uno de los documentos más reveladores, un informe del FBI fechado el 17 de marzo de 1964, describe un supuesto plan cubano para asesinar al presidente de Panamá en ese momento, Roberto Francisco Chiari Remón. Según el documento, una fuente confiable dentro de Cuba alertó que Fidel Castro no estaba satisfecho con la situación en Panamá y planeaba ordenar el asesinato del mandatario para generar desestabilización en el país.
Si el régimen de Castro conspiraba activamente para asesinar a líderes políticos en América Latina, ¿podría haber estado también detrás del complot contra Kennedy? Los archivos recientemente desclasificados refuerzan la teoría de que el gobierno cubano tenía la capacidad y la voluntad de orquestar operaciones de este tipo.
Otro documento de la CIA, con fecha del 18 de febrero de 1963, detalla cómo Cuba enviaba grandes sumas de dinero en efectivo para financiar actividades subversivas en varios países latinoamericanos. Estas transferencias se realizaban mediante mensajeros con maletas llenas de dólares destinados a grupos guerrilleros en Venezuela, Honduras, Ecuador, Guatemala y México.
El informe menciona que diplomáticos cubanos en diversos países financiaban la impresión de propaganda para movimientos comunistas y organizaban envíos de armas a células subversivas. Incluso se documenta que Cuba respaldó una ola de robos bancarios en Venezuela, Perú y Argentina para autofinanciar a las guerrillas, con asaltos que recaudaron cientos de miles de dólares destinados a la lucha armada.
Pero lo más inquietante es que estos documentos, aunque no abordan directamente el asesinato de Kennedy, demuestran el modus operandi del régimen castrista en la década de los 60: apoyo logístico y financiero a operaciones clandestinas, infiltración en gobiernos extranjeros y uso de la violencia política como herramienta de desestabilización.
La conexión entre Cuba y el asesinato de JFK ha sido objeto de especulación durante décadas. El propio Lee Harvey Oswald, el presunto asesino, visitó la embajada cubana en México antes del atentado en Dallas. En esa visita, según informes de inteligencia, Oswald intentó obtener una visa para viajar a Cuba y se mostró exaltado cuando su solicitud fue rechazada.
Las revelaciones de los documentos desclasificados añaden nuevas piezas al rompecabezas: si Fidel Castro estaba dispuesto a eliminar líderes en la región para avanzar su agenda comunista, la posibilidad de que haya participado en la conspiración para asesinar a Kennedy cobra aún más fuerza.
Este nuevo material aporta pruebas de que el régimen cubano operaba con un alto nivel de sofisticación en sus estrategias de infiltración y sabotaje. La pregunta ahora es si el asesinato de Kennedy fue el resultado de una conspiración internacional donde Cuba desempeñó un papel clave.
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