En medio de una devastadora crisis económica que ha llevado a la isla a niveles históricos de escasez y malestar social, el régimen cubano recurre nuevamente a su gastada estrategia de agitar el fantasma de una «amenaza externa» para justificar el control férreo sobre la población y desviar la atención de los verdaderos problemas que aquejan a los cubanos.
En una clara maniobra propagandística, Miguel Díaz-Canel, designado presidente por el Partido Comunista, utilizó el ejercicio militar Bastión 2024 como plataforma para reforzar la narrativa del «enemigo externo», a pesar de que Cuba no enfrenta ninguna amenaza militar real de Estados Unidos o cualquier otra nación.
«Es revelador que mientras los cubanos hacen filas interminables por alimentos básicos y sufren apagones constantes, la cúpula del régimen desvía recursos vitales hacia ejercicios militares innecesarios», señala el reconocido analista político Carlos Montaner, consultado para este artículo.
La paranoia oficial quedó expuesta cuando el régimen movilizó incluso al octogenario Raúl Castro para estas maniobras, en un intento de proyectar una imagen de unidad y fortaleza que contrasta dramáticamente con la realidad de un país al borde del colapso económico.
El timing de estos ejercicios militares, pospuestos convenientemente para coincidir con la investidura del presidente Trump, evidencia la intención del régimen de fabricar una crisis artificial que justifique el mantenimiento del control social y distraiga de la incapacidad del gobierno para resolver los problemas fundamentales de la población.
«Es la clásica táctica de los regímenes totalitarios: cuando no pueden dar pan, dan circo… y enemigos externos», añade Montaner.
Mientras la dictadura gasta recursos en estos despliegues propagandísticos, la realidad en las calles cubanas es otra: escasez crítica de medicamentos, deterioro de servicios básicos y una población cada vez más desesperada por las penurias cotidianas.
El régimen parece olvidar que la verdadera amenaza para su supervivencia no viene del exterior, sino del creciente descontento de millones de cubanos hartos de más de seis décadas de promesas incumplidas y privaciones sistemáticas.
Esta retórica belicista del régimen cubano confirma, una vez más, que la única guerra real que existe en Cuba es la que el propio gobierno mantiene contra su pueblo, utilizando el miedo como herramienta de control social y la propaganda como cortina de humo para ocultar su fracaso histórico en garantizar las libertades y el bienestar básico de los ciudadanos.
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