Cuba: el poder absoluto corrompe absolutamente

El régimen cubano continúa su caída libre en materia de transparencia y probidad administrativa, según revela el último Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) publicado este martes por Transparencia Internacional.

La isla obtuvo apenas 41 puntos sobre 100 posibles, evidenciando el deterioro sistemático de sus instituciones y la creciente opacidad en la gestión pública.

Esta nueva calificación no sorprende a los analistas que han seguido la trayectoria descendente de Cuba en los últimos seis años. Desde 2019, cuando alcanzó 48 puntos, el país ha experimentado un declive constante que refleja la descomposición progresiva del aparato estatal:

  • 47 puntos en 2020
  • 46 en 2021
  • 45 en 2022
  • 42 en 2023
  • 41 en 2024.

«La falta de avances y la aplicación deficiente de las normativas anticorrupción siguen siendo problemas persistentes», señala Transparencia Internacional en su informe, destacando cómo el gobierno cubano ha debilitado deliberadamente los mecanismos de control y supervisión, comprometiendo gravemente el estado de derecho.

El desplome de Cuba en este índice la sitúa en la órbita de otros regímenes autoritarios que también han registrado caídas significativas. Sus principales aliados muestran un patrón similar de deterioro institucional: Bielorrusia (33 puntos), Irán (23), Rusia (22), México (16), Nicaragua (14) y Venezuela, que con apenas 10 puntos se posiciona entre los países más corruptos del planeta.

El contraste es notable con las naciones que lideran el ranking. Dinamarca mantiene su posición en la cima por séptimo año consecutivo con 90 puntos, seguida por Finlandia (88) y Singapur (84), países caracterizados por sus sólidas instituciones democráticas y mecanismos efectivos de control de la corrupción.

La metodología del IPC, reconocida como el indicador más confiable a nivel global para medir la corrupción en el sector público, evalúa factores críticos como sobornos, malversación de fondos públicos, nepotismo y uso indebido de cargos oficiales para beneficio privado.

En todos estos aspectos, Cuba muestra un deterioro sostenido que refleja la crisis estructural del modelo castrista.

Esta nueva caída en el índice confirma lo que la población cubana experimenta cotidianamente: un sistema donde la corrupción se ha institucionalizado como mecanismo de supervivencia ante el fracaso del modelo económico socialista. El resultado no solo representa una estadística más, sino que documenta el colapso moral de un régimen que ha convertido la opacidad y la corrupción en pilares de su permanencia en el poder.

El descenso continuo de Cuba en el IPC desde 2019 hasta alcanzar su peor puntuación histórica en 2024 evidencia que, lejos de combatir la corrupción, el régimen la ha incorporado como herramienta de control social y económico, alejándose cada vez más de los estándares internacionales de transparencia y buen gobierno.

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