
Este 24 de febrero se cumplen 28 años del derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate, el infame crimen de lesa humanidad ordenado por Fidel y Raúl Castro que cobró la vida de Armando Alejandre Jr., Mario de la Peña, Pablo Morales y Carlos Costa. A bordo de dos aviones Cessna 337, estos valientes pilotos realizaban una misión humanitaria sobre el Estrecho de la Florida, con el objetivo de localizar y auxiliar a balseros cubanos que intentaban escapar de la dictadura comunista, cuando fueron brutalmente atacados por aviones MiG de la Fuerza Aérea Cubana.
El derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate fue un acto deliberado de asesinato. La Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) concluyó en su investigación de 1996 que los aviones se encontraban en espacio aéreo internacional, a 19 millas náuticas de Cuba, cuando fueron interceptados y destruidos por misiles aire-aire disparados desde aviones MiG-29 y MiG-23 cubanos.
Según grabaciones de la radio militar cubana obtenidas posteriormente, la orden de derribo fue dada directamente por el alto mando castrista. Raúl Castro, entonces Ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, supervisó la operación mientras los pilotos cubanos celebraban haber cumplido su misión con frases como “Le dimos, le dimos” y “Coño, que bien lo hicimos”.
El gobierno cubano, sin embargo, justificó el ataque alegando que las avionetas habían violado su espacio aéreo, acusación que fue desmentida por los registros de radar estadounidenses y los informes de la OACI.
En el Aeropuerto de Opa Locka, lugar donde operaba la flotilla de Hermanos al Rescate, un grupo de cubanos exiliados se reunió para rendir homenaje a los cuatro mártires. Entre ellos, se encontraba José Basulto, fundador de la organización y sobreviviente del ataque de 1996.
Basulto, quien volaba en una tercera avioneta que logró escapar del ataque, recordó la valentía de sus compañeros y el propósito de su misión: salvar vidas. Miles de cubanos fueron rescatados gracias a Hermanos al Rescate, una organización que, desde 1991, patrulló el Estrecho de la Florida para asistir a los balseros que, desesperados, intentaban cruzar el mar en embarcaciones precarias.
El encuentro en Opa Locka fue un recordatorio de que el crimen sigue impune. En 2003, un tribunal de Estados Unidos declaró culpable a Gerardo Hernández, agente de la Red Avispa, por haber infiltrado la organización y suministrado información clave para la emboscada. Sin embargo, en 2014, Hernández fue liberado como parte del acuerdo entre la administración Obama y el régimen cubano, dejando una profunda herida en la comunidad exiliada.
Mientras en el aire se cometía el crimen, en tierra, el régimen castrista desató una ola de represión. Activistas de derechos humanos en Cuba fueron detenidos, golpeados y amenazados para evitar cualquier protesta. En La Habana, grupos de opositores, incluyendo miembros del Concilio Cubano, habían convocado una jornada de manifestaciones pacíficas, lo que llevó a un operativo de seguridad sin precedentes.
Uno de los testigos de aquella represión recuerda cómo agentes de la Seguridad del Estado lo amenazaron en su propia casa, advirtiéndole que sería “desaparecido” si intentaba salir a la calle. Su hermana sufrió un atentado cuando un automóvil intentó atropellarla tras ser interrogada sobre su paradero. Ese mismo día, Oswaldo Payá, líder del Movimiento Cristiano Liberación, se reunió con otros activistas para analizar la magnitud de los arrestos y abusos cometidos por el régimen.
El asesinato de Armando Alejandre Jr., Mario de la Peña, Pablo Morales y Carlos Costa marcó un punto de inflexión en la lucha por la libertad de Cuba. La comunidad internacional condenó el ataque, y la Ley Helms-Burton, firmada en 1996, endureció las sanciones contra el régimen cubano. Sin embargo, los responsables nunca enfrentaron la justicia.
Hoy, 28 años después, la dictadura cubana sigue en el poder, y las mismas prácticas de represión y censura continúan. Pero el sacrificio de estos cuatro héroes no fue en vano. Sus nombres siguen siendo símbolo de la lucha por la libertad, y su legado inspira a nuevas generaciones de cubanos dentro y fuera de Cuba y la historia los recordará siempre como mártires de la libertad.
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