
El reciente despliegue mediático del régimen cubano en torno al caso del niño Damir Ortiz Ramírez ha generado una ola de indignación y escepticismo tanto dentro como fuera de la isla.
La aparición televisiva de varios médicos, con el objetivo de “esclarecer” la situación médica de Damir, fué obviamente recibida como un intento de encubrir negligencias y desviar la atención de las deficiencias estructurales del sistema de salud cubano.
Damir, un niño de 10 años, padece neurofibromatosis plexiforme tipo 1 (NF1), una condición que ha provocado tumores en su cuerpo y un deterioro progresivo de su salud. Ante la falta de recursos y opciones terapéuticas en Cuba, su madre, Eliannis Ramírez, emprendió una lucha incansable para obtener una visa humanitaria que permitiera a su hijo recibir tratamiento en el Nicklaus Children’s Hospital en Miami.
Las autoridades cubanas se negaron a emitir la documentación necesaria, argumentando que el sistema de salud nacional podía atender adecuadamente al menor.
Durante meses, la familia denunció la falta de un diagnóstico certero, la aplicación de tratamientos incorrectos y el mal manejo de las pruebas médicas. A medida que el estado de Damir se agravaba, la familia, con el apoyo de activistas y organizaciones en el exilio, inició una campaña de recaudación de fondos para alquilar un avión ambulancia y trasladarlo a Estados Unidos. La solidaridad de la comunidad cubana en el exterior fue clave para reunir los recursos necesarios y presionar al régimen a acceder a sus reclamos. Finalmente, tras una intensa batalla mediática y la intervención de organizaciones internacionales, Damir pudo salir de la isla en un vuelo especializado rumbo a Miami.
Tras su acogida en el Nicklaus Children’s Hospital, los especialistas descartaron la leucemia de Burkitt que en Cuba le habían diagnosticado y confirmaron que el niño había recibido quimioterapias innecesarias. El diagnóstico equivocado y la aplicación de tratamientos inadecuados no solo agravaron su estado de salud, sino que evidenciaron la precariedad del sistema de salud cubano.
En un intento por controlar el daño a su imagen, el régimen cubano organizó una comparecencia televisiva de médicos que participaron en el tratamiento de Damir, con el supuesto objetivo de “esclarecer” lo sucedido. Lejos de aportar transparencia, la puesta en escena generó aún más indignación. Profesionales de la salud, tanto dentro como fuera de Cuba, denunciaron que la intervención televisiva fue una maniobra política para ocultar los errores cometidos en el caso.
El Gremio Médico Cubano Libre criticó la falta de rigor en el manejo del paciente y señaló que la mala calidad de las biopsias retrasó la identificación de un posible linfoma de Burkitt. Además, se recordó que en Cuba la atención médica no solo está limitada por la escasez de recursos, sino también por la manipulación ideológica: los médicos, muchas veces, deben responder más a los intereses del gobierno que a los de sus pacientes.
El caso de Damir no es aislado. La crisis del sistema de salud cubano es un hecho documentado. La falta de insumos básicos, equipos en mal estado, hospitales en condiciones precarias y la escasez de medicamentos han convertido la atención médica en una odisea para los ciudadanos de a pie. Mientras tanto, el gobierno sigue destinando recursos millonarios a la construcción de hoteles y al turismo, relegando la sanidad a un segundo plano.
El intento del régimen por silenciar el escándalo con un show televisivo solo demuestra el pánico que generan estos casos cuando quedan expuestos a la opinión pública. Sin embargo, la verdad es inocultable. Ni la propaganda oficial ni los discursos manipulados pueden tapar el caso Damir con un dedo.
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