A partir del rostro de Jesús

Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo,
y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre;
reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.

Arcángel Gabriel, Anunciación.

La única referencia bíblica que tenemos sobre la apariencia física de Jesús, en el Nuevo Testamento, es la del apóstol Mateo, quien escribe que, durante la Transfiguración, su rostro “resplandecía como el sol”. El más hermoso de los hijos del Hombre, escribieron los cronistas cristianos.  Pero ¿cómo era en realidad su apariencia física?

Las representaciones más antiguas de Jesús se encuentran en las catacumbas cristianas. Se cree que la más cercana a su imagen es la del Moisés, pintada en los muros de la sinagoga de Dura-Europos del siglo III d.C. De ella se deduce, cómo lucía y vestía un hombre judío en tiempos del imperio romano.

Obviamente no todos los judíos se parecían, ni actuaban o se vestían de igual forma. Jesús no era un ser humano común y corriente; cuando la gente lo miraba, quedaba impresionada, primero por su belleza, la de sus ojos, y la energía bienhechora que emanaba. Tan hermoso como su mensaje. Tan plácido y armonioso como su palabra. Nunca incitó ni al odio ni a la violencia, por lo tanto, no era un agitador social, como quieren hacerlo aparecer los anticristianos.

Las facciones extraordinariamente finas de Jesús llevaron a muchos a especular sobre su progenitura. El filósofo griego Celso (S.II), interesado en desacreditar al cristianismo y en restaurar a los dioses paganos, llegó a decir que Jesús había sido hijo de un soldado romano de apellido Pantero. Teoría que su contemporáneo, el filósofo egipcio, Orígenes, desmintió.

La imagen colectiva del maestro, a través de los siglos es pues, la de un joven esbelto, saludable física y mentalmente, acostumbrado a la vida disciplinada y al trabajo laborioso; sin mancha, ni huella de maldad. Un rostro casi angelical, obra y gracia del espíritu santo. Y por sus actos, un hombre de bien. Sobre su ánimo, los relatos evangélicos describen momentos sublimes de conmoción, de turbación, de alegría, incluso de angustia; lo vemos llorar, sufrir, alegrarse, incluso bromear, dormir y comer, como también caminar y fatigarse.

Jesús fue concebido por María, hija de Ana y Joaquín, emparentada con Isabel, progenitora de Juan El Bautista. José, el padre putativo de la Virgen, era descendiente de la línea del rey David, o sea, de sangre noble. Jesús tenía cuatro hermanos varones y dos hembras, (hijos de un matrimonio anterior de José). Un tío paterno de María, José de Arimatea, era un rico comerciante, de quien se sabe, viajó por la Ruta de la Seda y las colonias romanas de Europa. Algunos historiadores creen que Jesús le acompañó en alguno de sus viajes, posiblemente a Inglaterra o a la India.

Los ojos de la fe.

Camino a la crucifixión, la mujer que seca el sudor de la cara de El Nazareno en la Vía Dolorosa, plasma el rostro ensangrentado en el vero icono (rostro verdadero) que le da su nombre: Verónica. El hombre que le ayuda a cargar el pesado madero, en la ruta del Calvario, Simón de Cirene, es testigo de la mirada amable, agradecida y pacífica del Maestro, aun en aquel momento trágico.

San Lucas obtuvo de María, una descripción física con la que pintar un primer retrato, que es de donde procede toda la iconografía bizantina de Cristo. Las imágenes en las reliquias del propio Jesús, el velo de la Verónica y el de la Sábana Santa, aun envueltas en el misterio, coinciden casi perfectamente, revelando un único rostro, que no por casualidad es similar al retrato de Lucas.

La reciente reconstrucción de un supuesto rostro de Jesús, emprendida en 2020 por un equipo de científicos e historiadores, nos presenta a un hombre, de ascendencia judía, nacido en la época y en la región en que habitó Jesús. El modelo fue creado a partir de tres cráneos semitas de Galilea y muestra a un hombre de tez morena, ojos oscuros, rasgos atormentados, pelo y barba cortos y rizados. La representación, contradice el rostro del Jesús, de mirada dulce y rostro placentero, una versión generalizada que desestima la imagen más familiar, de rostro angular y alargado, pelo largo, castaño y ojos color miel.

¿Jesús en la India?

La tesis de que Jesús habría sobrevivido a la crucifixión tuvo gran difusión en el siglo XVIII, a raíz de una supuesta “carta de los Esenios” que actúa como testimonio directo del evento. La idea de que Jesús fue iniciado en una pirámide egipcia, que vivió en la India o que es extraterrestre se origina en sectas y movimientos esotéricos modernos. Algunos de ellos pretenden alejar el legado judío de sus enseñanzas.

En el siglo XX, fue muy popular la versión de que Jesús residió en la India. La idea se basa en “El vacío en la vida de Jesús”, un libro publicado en París en 1894 por Nicolás Notovitch. Según este antropólogo, el joven Jesús viajó con una caravana de comerciantes para estudiar en la India con monjes budistas. Notovich dijo que había tenido acceso a un manuscrito antiguo en el monasterio de Hemis, en Ladahk (Nepal) que relataba los años perdidos de la vida de Issa, “el mejor de los hijos de los hombres”.

La respuesta cristiana

Las fuentes tempranas sobre la vida de Jesús de Nazareth, tanto en la biblia como en la historia de judíos, griegos, romanos, así como los primeros reportes cristianos, nos ofrecen información clara y confiable, que nos permite establecer diferencias y ver más allá de las creencias, sobre Jesús como hombre y como Hijo y enviado de Dios.

La versión bíblica nos informa que después de la huida a Egipto, Jesús regresó y habitó en una ciudad llamada Nazaret, para que se cumpliera lo que fue dicho por medio de los profetas: Será llamado Nazareno” (Mateo 2:23). “Y descendió con ellos y vino a Nazaret, y continuó sujeto a [sus padres]. Y su madre atesoraba todas estas cosas en su corazón. Y Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres” (Lucas 2:51-52).

Estos dos pasajes preceden al bautismo de Jesús en el Rio Jordán, dando a entender que después de su regreso de Egipto, ese fue el siguiente evento importante en su vida. Se supone que, durante esos años, de los 12 a los 30, Jesús estuvo en el hogar de sus padres, como aprendiz de constructor y carpintero, atendiendo las enseñanzas de los rabinos en la sinagoga, estudiando el Torá y demás libros del Antiguo Testamento, tradicionales de la religión judía y de la que se desprende gran sabiduría. Otros hagiógrafos aseguran, sin embargo, que, si Jesús hubiese estado en la India, esto sería una pieza de gran importancia teológica e histórica en su vida y que difícilmente se habría ignorado. Esto es especialmente cierto ya que el viaje de Jesús a Egipto en su niñez está incluido.

Desde su adolescencia, Jesús demostró gran cultura y conocimientos. La implicación es que Jesús creció en su comunidad como un muchacho judío normal. En particular les sorprendía su habilidad para expresarse y transmitir el mensaje mesiánico que después enfatizó en su ministerio ya que constituía un elemento nuevo de enseñanza: “Y todos hablaban bien de Él y se maravillaban de las palabras llenas de gracia que salían de su boca, y decían: ¿No es éste el hijo de José? (Lucas 4:22).

Tras la Ascensión, los ojos de los Apóstoles habían quedado fijos en el lugar por donde Jesús se había marchado. Un ángel tuvo que advertirles que la vida continuaba… ¡Varones de Galilea, ¿qué hacéis mirando al cielo?  El mensajero de Dios no pretendía disminuir el interés de aquellos hombres por su Maestro, sino hacerles pensar que a partir de entonces tendrían que aprender a verle de otra manera, a encontrarse con Él, con su mirada, en los demás y en las cosas ordinarias de la vida.

La ideología que se difunde detrás del Jesús hindú tiene como finalidad caracterizarlo como un hombre cuyo sistema de enseñanzas viene de la India o de otras culturas. Pero, el que Jesús haya vivido y estudiado en la India no desvirtúa ni disminuye, sino que aumenta exponencialmente su figura y su mensaje. Si en verdad Jesús sobrevivió a la crucifixión, como se especula, debió mantenerse en absoluto secreto para evitar su persecución, la de su familia y sus seguidores. Así indican los que sitúan a María Magdalena en Francia y a los apóstoles y discípulos como predicadores en otros países o continentes.

Finalmente, los materialistas, los ateos y los que piensa que es hora de que otra doctrina e ideología, reemplace el mensaje cristiano del amor y de la paz, buscan cambiar la imagen del Salvador. Pero la representación física de Jesús a lo largo de los siglos ha sido tan coherente y tan clara que, si alguien intenta pintarlo de otra manera, lo único que consigue es que la gente no le identifique como el Maestro, el buen pastor, el cordero de Dios, Jesucristo, el Redentor del mundo. Es una señal muy clara de que el verdadero Jesús continúa entre nosotros de manera espiritual. 

Apareció primero en ZoePost

About Gloria Chávez Vásquez 2 Articles
Gloria Chávez Vásquez escritora, periodista y educadora residen en Estados Unidos.

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