
El regreso de la enseñanza de idioma Ruso a la televisión cubana ha sido presentado como un esfuerzo por fortalecer los lazos culturales y educativos entre La Habana y Moscú. Sin embargo, la interrogante asalta: ¿realmente necesitan los cubanos aprender Ruso? Al parecer la respuesta se esconde en el entramado político del regimen con la Rusia de Vladimir Putin: veamos:
Durante la Guerra Fría, el ruso era un idioma con una función concreta en Cuba. La relación con la Unión Soviética convirtió a la isla en un satélite del bloque socialista, y miles de cubanos fueron enviados a estudiar o trabajar en la URSS. Para esa generación, aprender ruso tenía un sentido práctico, ya que garantizaba acceso a oportunidades de viajes, laborales, académicas y diplomáticas que, aunque bajo estricto control gubernamental, constituían la única manera de franquear el “bloqueo” del gobierno sobre las libertades de los cubanos.
Sin embargo, tras la disolución de la URSS en 1991, el idioma Ruso perdió su relevancia en Cuba. La retirada del apoyo soviético dejó a la isla en una profunda crisis económica, el llamado “Período Especial”. Con ello, la enseñanza del Ruso se redujo drásticamente y fue reemplazada por un interés creciente en el idioma Inglés, asociado a mayores oportunidades económicas y de movilidad, tanto dentro como fuera del país, y mas en sinergía con la creciente ola de curiosos angloparlantes que arrivaban por los miles como turistas a Cuba, posterior a la apertura del regímen a la industria del turismo internacional, después de largas décadas de ostracismo y prohibiciones, y de la prédica y práctica del consabido pánico a la contaminación ideológica de su juventud adoctrinada: el Diversionismo Ideológico.
Hoy, más de 30 años después de la caída del csmpo socialista y esoecialmente después de la elección de Donald J Trump a la Casa Blanca, la reintroducción del idioma Ruso es obviamente una movida política. Para que un idioma extranjero sea relevante en una nación, debe cumplir una función clara en la economía, la educación o la política exterior del país. En el caso cubano, hay tres idiomas que tienen una utilidad más evidente que el ruso:
El Español
Aunque obvio, es importante mencionar que Cuba sigue siendo un país monolingüe en español, con un sistema educativo que no fomenta la enseñanza intensiva de otros idiomas. Esto limita la capacidad de los cubanos para adquirir fluidez en lenguas extranjeras.
El inglés
Es el idioma del turismo, la inversión extranjera y la emigración. Aprender inglés en Cuba es visto como una herramienta para acceder a mejores empleos, especialmente en sectores como la hostelería, la tecnología y el comercio. Además, para muchos cubanos que buscan emigrar a EE.UU. o a otros países angloparlantes, el inglés es una necesidad inmediata.
El portugués
Brasil ha emergido como un socio comercial importante para Cuba en sectores como la biotecnología, la construcción y la cooperación médica. Para quienes buscan trabajar en Brasil o con empresas brasileñas, el portugués tiene una aplicación más directa que el ruso.
Entonces, ¿qué ventajas reales ofrece el ruso para el ciudadano promedio?
Los sectores de la población que podrían beneficiarse del idioma son extremadamente limitados: Estudiantes y académicos interesados en estudiar en ese país. Trabajadores en proyectos de cooperación en sectores como la energía y el transporte, donde algunas empresas rusas operan en la isla. Y por supuesto los funcionarios del Estado: Para el aparato burocrático cubano, el ruso puede ser indispensable para la diplomacia y el comercio.Fuera de estos nichos, el Ruso no tiene una aplicación práctica para la gran mayoría de los cubanos.
No es un secreto para nadie que para Rusia, fortalecer su presencia en Cuba es parte de una estrategia geopolítica más ambiciosa que un mero intercambio cultural. En los últimos años, Moscú ha buscado reforzar su influencia en América Latina como una forma de contrarrestar la hegemonía de Estados Unidos en la región. Apoyar la enseñanza del ruso en Cuba es una manera simbólica de reafirmar esa relación.
Para el gobierno cubano, aceptar esta iniciativa es un gesto de alineamiento con Moscú en un momento en que necesita apoyo económico y diplomático. Sin embargo, esta estrategia no responde a las necesidades de la población, sino a los intereses del Estado.
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