
Para que ese diálogo abierto con el mundo mencionado en la primera parte de esta serie de artículos pueda cumplirse de forma cabal, con veracidad y con un sentido justo deben apartarse de una vez las tretas de las posibles medidas venideras pendientes de dilucidar en congresos y de las jubilaciones de sus carcamales dirigentes; de hecho, el Partido Comunista tendría que desaparecer de una vez y por todas.
Una vez que esto sea un hecho factible y de facto a la par de esas soluciones reales debieran ir: la liberación de los presos políticos, aceptación y respeto de los derechos humanos, libertad de expresión y de manifestación. Habría que ir más lejos, luego de consumados estos anhelos necesarios por constituir derechos, Raúl Castro no sólo debiera jubilarse como se supone que haga este lunes en el Congreso del PCC, además debiera despojar de cargos políticos al resto de su familia, y dar paso a la instauración del pluripartidismo, sólo así tendría sentido que la Iglesia los perdone y hable entonces de desmantelamiento de un sistema y de apoyo a la reconstrucción de todo un país con el que hay que contar. Porque la Iglesia olvida que no se trata de responsar a los que no estemos de acuerdo con el perdón, borrón y cuenta nueva, sino que se trata de comprendernos, de entender nuestro dolor y sacrificio, y de ejercer la debida punición mediante la justicia a los que nos han destrozado las vidas y los sueños.
Aceptar la democracia estaría muy bien de su parte. El ejemplo de antiguos países del Este, ex comunistas, les asegura que nada tendrían que temer.
Sinceramente, no creo que Castro II esté preparado para ese tipo de proyecto, pues su propio modelo negó y niega este orden de posibilidades. La Iglesia debiera reconocerlo, por mucho que ahora estos marxistas sanguinarios se acerquen a ella tirando del perdón eclesiástico, que no es el mismo que el de Dios. En el perdón de Dios está la fe, que a ellos les ha faltado y de la que se han burlado desde siempre.
Otras interrogantes, que pudieran derivarse de las anteriores, con la vía castrista de por medio, sería la presunta propuesta (la vía disidente y del exilio): supongamos que Raúl Castro desaparezca por fin en un plazo relativamente corto de tiempo. ¿Estaría la oposición y el exilio capacitados para irrumpir en el plano internacional, en la alta política, sin la ideología única que conocen y les apisona el pensamiento? ¿Sin esa ideología de discursos demagógicos, sin esas manipulaciones politiqueras baratas? ¿Estaremos capacitados para organizarnos, garantizar la democracia plural sin populismos, avanzar hacia modelos de mercados en los que se respeten los derechos humanos que no esclavicen aún más a la población? ¿Quedarían ímpetus para la diversidad de ideas, prácticas libres del pensamiento, autenticidad de palabra, promesas leales y respetables con la población cubana que puedan ser puestos rigurosamente al servicio del desarrollo económico y político? ¿Cuánto durarán las secuelas psicológicas del castrismo, teniendo en cuenta que la mayor tortura ha sido la de la destrucción de la personalidad, y que esta tortura se ha aplicado con excesiva y eficiente sutilidad?
Nuestro país posee una historia, no sólo una historia social, no solamente tuvimos y tenemos «héroes de mil batallas», hemos tenido grandes científicos, escritores, artistas, pensadores, genios en la economía, sabios empresarios, luminosos emprendedores, y una tradición republicana y democrática antes y después del cuartelazo de 1952, porque sabido es que Fulgencio Batista y Zaldívar convocó nuevamente a elecciones, malogradas, sí, todo sea dicho y recordado, por el terrorismo de los rebeldes revoltosos que triunfaron en 1959, quienes fueron los que destajaron de un golpe rotundo las vías democrática y republicana cubanas.
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Este artículo apareció originalmente en ZoePost el 12 de abril de 2021 como parte de una serie de 5 artículos que reproducimos a continuación en Opinión Cubana.
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