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La proliferación del «kímiko» en Cuba ha provocado una crisis sanitaria generalizada sin precedentes mientras las autoridades mantienen una actitud pasiva ante el problema.
El estupefaciente, que se comercializa a precios tan bajos como 100-150 pesos cubanos -menos que un refresco-, está causando estragos principalmente entre jóvenes de 13 a 17 años. La doctora Elizabeth Céspedes, directora de un centro de rehabilitación para adolescentes adictos, confirmó que la sustancia se elabora con componentes altamente tóxicos como formol y anestésicos veterinarios.
«Los efectos son devastadores», advierte la especialista. «Van desde alteraciones de la percepción hasta convulsiones y arritmias graves que pueden provocar paros cardíacos». La experta destaca especialmente la aparición de una «marcha tipo zombi» causada por la rigidez muscular que provoca la droga.
La expansión del «kímiko» se ha visto facilitada por la corrupción policial. Vladimir Ríos Cruz, residente del municipio La Lisa, denunció que algunos oficiales alertan a los traficantes sobre operativos policiales a cambio de sobornos de 10,000 pesos. «Venden frente a escuelas primarias y preuniversitarios y no pasa nada», afirmó.
El problema, inicialmente concentrado en La Habana, se ha extendido a otras provincias. En Las Tunas, las autoridades sanitarias reportan un incremento significativo de casos desde la segunda mitad de 2024, según información publicada por el diario provincial Periódico 26.
La inacción de las autoridades contrasta con la eficacia mostrada en la persecución de activistas políticos. «Si esta gente tiene un circuito tan cerrado y lo saben todo, no me explico por qué se vende la droga en la calle y no pasa nada», cuestionó Ríos Cruz, señalando la paradoja de un sistema que mantiene una estrecha vigilancia sobre la disidencia política pero parece ignorar esta crisis sanitaria.
El periodista independiente Vladímir Turró confirmó que el consumo se ha «vuelto viral» entre los jóvenes. «Realmente es una situación muy triste y no creo que el régimen cubano esté haciendo nada para impedirlo», señaló.
Los expertos advierten que la combinación de su bajo precio, la facilidad de consumo y sus rápidos efectos está creando una generación de adictos. La doctora Céspedes enfatiza que los daños son acumulativos y permanentes, afectando especialmente el sistema nervioso central y cardiovascular de los consumidores.
Mientras tanto, en las calles de La Habana y otras ciudades cubanas, la imagen de jóvenes bajo los efectos del «kímiko» se ha vuelto común, evidenciando una crisis que amenaza con marcar a toda una generación de cubanos.
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