Resulta alarmante cuando grupos que se presentan como defensores de la libertad de Cuba recurren a las mismas tácticas de coerción que aprendieron del castrismo.
Este parece ser el caso de «Pasos de Cambio», la hoja de ruta impulsada por Cuba Decide para alcanzar una supuesta «transición pacífica y democrática en Cuba».
Recientemente, los organizadores se reunieron con el senador por Florida, Rick Scott, para la presentación de un memorando que incluye propuestas concretas dirigidas al gobierno de Estados Unidos para intensificar la presión sobre el régimen.
Una de estas propuestas consiste en una lista de denuncias dirigida al gobierno estadounidense.
El listado presentado incluye entidades militares cubanas vinculadas a la represión, altos funcionarios del régimen que supervisan operaciones estatales, compañías sospechosas de evadir las sanciones económicas sobre Cuba, y los nombres de hasta 120 agentes castristas y oficiales del régimen supuestamente infiltrados en Estados Unidos.
En su memorando, «Pasos de Cambio» insta al gobierno estadounidense a investigar a fondo la información proporcionada y a tomar medidas para impedir que el régimen continúe infiltrando el exilio y explotando su capital humano.
Si bien es cierto que el régimen cubano ha infiltrado numerosos agentes en organizaciones y medios de prensa en el exilio, la solución no es adoptar metodologías neocastristas de vigilancia y delación. En Estados Unidos existen múltiples canales para denunciar estos casos, incluso de manera anónima, y es muy probable que el FBI esté bien enterado de quién, cómo y cuándo ingresó y reside en territorio norteamericano.
Se podría aseverar que la gran mayoría de los cubanos exiliados en Miami estarían dispuestos a expulsar a todos los agentes infiltrados y cubanos comprometidos con el régimen. Sin embargo, esos mismos cubanos no aprobarían los mismos métodos odiosos de chivatería y doble moral que les hicieron emigrar. Apelar al gobierno para denunciar a ciudadanos desde una plataforma civil contradice directamente la noción del papel limitado del Estado en una sociedad libre.
Lamentablemente, muchos cubanos no han podido —y muchos nunca podrán— librarse de la programación ideológica a la que fueron sometidos durante su vida bajo el comunismo. Para estos cubanos, el gobierno es el problema, pero como buenos izquierdistas, también es la solución cuando les conviene. El doble rasero de estos actores políticos y la maleabilidad de sus posiciones ideológicas han decepcionado al exilio desde hace mucho tiempo. En Miami ya nadie cree en ellos.
Las denuncias de corrupción contra Cuba Decide y sus asociados, la negación al diálogo, el debate y el derecho a réplica a sus críticos al cerrar los comentarios en redes sociales, la creación de un tribunal mediático donde influencers malintencionados despotrican a diario de sus enemigos de turno mientras alardean de su amplia audiencia, su poder de convocatoria y su capacidad de intimidación a través de demandas legales y tácticas de coerción mafiosa, son solo algunos ejemplos de la hipocresía que ostentan quienes hoy se erigen como defensores de la libertad de Cuba en el exilio.
No se puede combatir la dictadura con sus propias armas sin convertirse en una versión de ella misma. Para erradicar el castrismo en Miami, tenemos primero que erradicar el neocastrismo.
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