Cosecha de arroz solo 11% de consumo nacional

Cuba atraviesa una crisis alimentaria sin precedentes y la producción de arroz es el reflejo más claro del fracaso del régimen para garantizar lo básico a su población.

En 2024, la isla apenas cosechó 80.000 toneladas, lo que representa solo el 11 % del consumo nacional y apenas un tercio de lo producido seis años atrás según información publicada este lunes en el diario oficial Granma.

La caída ha sido tan dramática que el gobierno se ha visto obligado a importar la totalidad del arroz que distribuye mediante la cartilla de racionamiento, aumentando aún más la dependencia del exterior en un momento en que el país no tiene cómo generar divisas.

Hasta 2018, la producción nacional de arroz mostraba un crecimiento progresivo, alcanzando las 304.000 toneladas anuales, pero desde entonces todo se ha desplomado. La falta de insumos y combustible ha sido la explicación oficial, pero lo cierto es que el problema va mucho más allá. La ineficiencia del sistema, la corrupción en la gestión de recursos y la ausencia de incentivos reales para los productores han hundido al sector agrícola. Según datos del propio gobierno, en 2024 cada hectárea cultivada produjo la mitad que en 2018, un reflejo de la crisis estructural que enfrenta la agricultura cubana.

La escasez de arroz es solo una parte de un problema mucho mayor. Cuba importa aproximadamente el 80 % de los alimentos que consume, una dependencia insostenible en un contexto en el que el turismo y las remesas, principales fuentes de ingresos en divisas, han caído drásticamente. Con las arcas del Estado vacías, la compra de alimentos en el extranjero se vuelve cada vez más difícil. Mientras tanto, la inflación golpea con fuerza, los apagones son constantes y la escasez de productos básicos se agrava.

En estas condiciones, el gobierno ha tenido que destinar más de 1.600 millones de dólares anuales a importar alimentos para el sistema de racionamiento, una cifra que pone en evidencia la incapacidad de la isla para garantizar su propia seguridad alimentaria. A esto se suman otros 2.000 millones que el Estado gasta en la compra de crudo y combustibles, elementos esenciales para el funcionamiento del país pero que cada vez son más difíciles de costear.

La combinación de políticas económicas fallidas, corrupción y centralización absoluta ha dejado al país sin alternativas. La situación se ha deteriorado tanto que el régimen ya no puede ocultar la crisis. Los cubanos enfrentan largas colas, precios inalcanzables y un acceso cada vez más restringido a los alimentos.

La escasez es tan grave que el gobierno se ha visto obligado a reconocerla en sus propios medios oficiales, algo impensable hace unos años.

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